Cuarto de invitados
Juan Antonio Masoliver, escritor
“Indagar hace que vayamos destruyendo los tópicos que nos conforman”
Por Esther Peñas
06/04/2018
Transita por un camino preciso, la ruptura de las convenciones, y su modo de mirar el mundo es poliédrico y nada exacto, convencido de que vivir en la pregunta no es una opción, es una condición humana inevitable. Juan Antonio Masoliver (Barcelona, 1939) ha sido catedrático de Literatura española y latinoamericana de la Universidad de Westminster (Londres, donde vivió cuarenta años) y es crítico literario de ‘La Vanguardia’. Como narrador, ‘La noche de la conspiración de la pólvora’, ‘La infancia lesionada’ o ‘El ciego en la ventana. Monotonías’ son algunos de sus títulos más celebrados; como poeta, Acantilado ha reunido su obra completa. Ha traducido entre otros a Carson McCullers, Djuna Barnes o Vladimir Nabokov.
El conocer desde dentro toda la orografía de las letras (traductor, poeta, novelista, crítico), ¿produce una descomposición del yo o lo aglutina?
Yo estoy descompuesto siempre, si no, no escribiríamos, ni tú me estarías entrevistando… descubres cosas nuevas siempre y cuando más conoces más desconcertante es el mundo. Esta es la cosa, uno escribe y no acaba nunca; leer, traducir, escribir te hace ver una luz que te ilumina cuatro cosas más que no veías antes.
De los autores que ha traducido (Pavese, Barnes, Navokov…) ¿Cuál le ha dejado una huella más honda?
Pavese, porque desde el principio de mi juventud, cuando lo descubrí, me pareció fascinante, es un autor que (a pesar de que acepto que es un genio), que me ha influido muchísimo, por la cosa de las colinas, de la nostalgia, del pasado, de la incomunicación; también ‘La balada del café triste’, de McCuller. Pero la prosa atractiva, misteriosa y poética de Pavese quizás es la que más me ha influido.
Traducir, ¿tiene más de recreación o de creación?
He traducido un tiempo, creo que es fundamental para un escritor ver los problemas que se plantea otro escritor, cómo los resuelve, etc., y al tiempo hay un acto de creación en la traducción, esto ya lo decía Borges, que es un gran creador y un señorísimo traductor, porque eliges una palabra y no otra, escoges una expresión y no otra. Los buenos traductores no lo son por conocer la lengua, la lengua la conocemos todos, sino porque tenemos una gran imaginación lingüista.
¿Es intraducible la poesía, como piensan algunos?
No es intraducible, la cosa es que quizás no pueda ser exacta, pero incluso se puede mejorar, a un poema que traduces, si no es muy bueno y tienes don de lengua, puedes darle más intensidad. Es más difícil traducir ‘Finnegans Wake’ de Joyce, que es prosa, que a cualquier poeta, incluido Ezra Pound, que es uno de los más difíciles, pero al que se ha traducido y varias veces. Hay versiones, como es lógico, al igual que tú no lees un poema del mismo modo que lo leo yo -cada uno lo lee de una manera distinta-, pasa lo mismo con la traducción, son lecturas que hacemos, del mismo modo que el director de orquesta no es el mismo que otro aunque toquen la misma pieza. El director interpreta una pieza, y hay algunos mejores que otros.
"Soy un admirador del Quijote, que fue el primer modelo de cómo se rompieron los esquemas de la novela tal y como la entendemos hasta el siglo XIX"
Pienso en ese extraño libro suyo, ‘El ciego en la ventana’. ¿La narratividad al margen de los géneros es la más sugerente, acaso la más interesante?
Cada escritor escribe como necesita escribir, yo no sé escribir como Pérez Reverte, por mucho que lo critique, no sabría escribir una novela como él las escribe, y sospecho que Pérez Reverte tampoco podrá escribir nunca nada como escribo yo, cada uno necesitamos una forma de expresarnos, y lo mío es muy difícil de definir como género. Soy un admirador del Quijote, que fue el primer modelo de cómo se rompieron los esquemas de la novela tal y como la entendemos hasta el siglo XIX, la que todo el mundo entiende, con su argumento claro, su final, etc. Yo todo eso lo destruyo voluntariamente.
En ‘La infancia lesionada’ aborda un asunto muy delicado, los abusos a niños, con una gran (si es que el adverbio cabe) intensidad poética.
No quería melodramatizar el tema, todo el mundo habla del trauma que queda para toda tu vida cuando se vive una experiencia así, pero hay otros traumas enormes, para mí igual de intensos, como la muerte de mi padre, o la de una hermana a los cuarenta años, ¿entiendes? No quería dramatizar pero sí intensificar la experiencia de cómo se puede abusar de un niño, abusar de la inocencia, me interesaba el tema de cómo se ensucia la inocencia. No tanto acusar al maestro, que allá él, porque la víctima es la que cuenta aquí, muchas veces hablamos siempre del castigo al que lo ha provocado y no hablamos de la pobre persona que lo ha sufrido. Quise hacerlo poético, incluso a veces un poco ingenuo, porque son niños pequeños, y cuanto más poético es este mundo más dramático es lo que ocurre alrededor, creo yo.
"Este mundo no es inocente, solo basta abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor o leer un periódico para darse cuenta de que no existe la inocencia, existe una edad en la que los niños son inocentes, claro, pero hay que educarlos a no serlo"
¿Es deseable perder la inocencia?
Sí, es deseable que se quiebre, la inocencia es un poco como la felicidad, son abstracciones que son peligrosas, siempre tenemos culpa de haber roto nuestra inocencia y no es así, porque este mundo no es inocente, solo basta abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor o leer un periódico para darse cuenta de que no existe la inocencia, existe una edad en la que los niños son inocentes, claro, pero hay que educarlos a no serlo. Ese tópico de que hay que ser inocentes y felices es una bobada, como esos anuncios en los que se ven parejas felicísimas, por los campos, sonrientes, porque llevan tal o cual desodorante... estamos abocados a esta imagen a lo Hollywood que es falsa.
¿También conviene perder la ingenuidad?
Más todavía, porque el que es ingenuo es tonto, ¿no? Si ves lo que ves y todavía sigues siendo ingenuo, ya son ganas. Una cosa es el respeto a los principios éticos y morales, a los demás, a las ideas de los demás (algo que en este país cada vez existe menos), y otra la ingenuidad, no quiero ser ingenuo, en absoluto, al revés quiero ser casi malpensado.
"En los seres humanos hay bondad y maldad, hay de todo. Camus, en ‘La peste’, acaba diciendo que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”
Pero, vivir en la sospecha ¿no es terrible, para uno, para el otro sobre el que se sospecha?
Sospechar no es bueno, porque es desconfiar; yo no desconfío de nadie hasta que me ha hecho una jugada, porque no tengo derecho a pensar que soy mejor que el resto de seres humanos. Si hay una persona con precedentes sospecho, claro, si viene un señor con un cuchillo en la mano a mi casa, sospecho que algo va a ocurrir. En los seres humanos hay bondad y maldad, hay de todo. Camus, en ‘La peste’, acaba diciendo que “en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
No sé si usted será de los que piensan que la poesía no se comenta, pero hay un verso suyo en ‘En las rejas del tiempo’, “vivimos un presente que no existe”, un tanto lacaniano, sobre el que me gustaría que profundizase...
Sí, se reflexiona sobre la poesía, claro que sí. Y a Lacan que conste que le conocí en Londres…
¿Y cómo era?
Pues un sinvergüenza, dio una conferencia, me acerqué a él, porque yo era entonces lacaniano por moda, aunque no entendía la mitad de lo que decía, pero me pareció un cínico absoluto. No atendía al público, no lo tenía en cuenta, no contestaba a las preguntas… con su puro y su abrigo de lujo. Conocí mucho al heredero español de Lacan, a su traductor Óscar Masotta, éramos vecinos en Londres, y a Germán García, argentino también y lacaniano… una caterva de gente muy inteligente. Pero se puede ser inteligente y malvado. Además, los pacientes de Lacan lo pasaron muy mal, no los trataba bien.
Volvamos al verso… “vivimos un presente que no existe”.
Para empezar, el presente no existe nunca porque al segundo ya se ha ido. En el fondo, no existe ningún tiempo porque el futuro está marcado o condicionado por el presente y el presente, condicionado por el pasado. En mi poesía el pasado está siempre muy presente, y si el pasado está muy allí no es exactamente presente, es otra cosa, un concepto menos tópico del tiempo. Nosotros dividimos los tiempos siempre en el ahora, el antes y el después. El deseo, la esperanza, es parte también del presente, vivimos en la esperanza, en la ilusión, esperando, y esa espera, que es futura, se convierte en presente. Es la destrucción del concepto tradicional de tiempo. Además de que la poesía tiene que sugerir, por tanto no puede tener un solo significado, tiene que tener interpretaciones, y esto es lo que la enriquece, la prueba es que tú lees un poema ahora y lo lees la próxima semana, o el año que viene, y te parecerá distinto, porque lo estás leyendo de otra forma, porque te va sugiriendo otras cosas.
Una de sus obsesiones –con perdón de Lacan- es pulverizar los tópicos…
Este es un problema de muchos seres humanos, que muchas veces somos lo que nos inculcan los demás, y se convierte en tópicos; parecía que la única forma de leer es la novela que tiene un argumento, que empieza de tal modo, con un desenlace concreto… tipo Dickens, Balzac o Galdós, pero hay otras posibilidades, es decir, indagar hace que nosotros vayamos destruyendo los tópicos que nos conforman, aunque entiendo que a veces vivir de tópicos es mucho más cómodo, aunque también más peligroso para la sociedad, porque la sociedad, en la forma como vota en las elecciones, está condicionadas por toda una serie de tópicos: para empezar, el tópico patriota, eso de que todos somos patriotas. Esto es un tópico como una casa, yo he vivido en cinco o seis sitios distintos no me siento de ninguno y de todos. Sí, mi obsesión siempre ha sido destrozar esos tópicos, el de patria, el de la felicidad, el de los padres tienen que ser por fuerza buenos, etc. etc. No se puede acusar a un padre de que ha sido malo sin comprender que él tuvo a su vez un mal padre, tendemos a pensar que el padre tiene que ser el modelo, el héroe, el que nos da ejemplo, y no ocurre nunca eso.
Y al final matamos al padre…
Sí, al final lo matamos si no nos mata él antes.
"Si nos hubieran enseñado desde el principio que tu enamorada se limpia los dientes todas las mañanas, que usa desodorante, los matrimonios durarían más, ¿no? Ese amor idealizado es un virus destructor para el hombre y para la mujer"
Por cierto, que hoy es el Día Internacional de la Felicidad, hablando de tópicos…
Mira, con todo lo que está pasando en Méjico, en Haití, en tantos países, cómo se puede hablar del Día de la Felicidad, es una estafa, la felicidad está muy bien si tienes dos casas, cuatro coches, dinero en la cuenta del banco, y ni siquiera entonces, porque un día te duele el estómago y dejas de ser feliz, por mucho dinero que tengas. Son tópicos, como el amor tal y como nos lo han enseñado, de ahí vienen los divorcios; si nos hubieran enseñado desde el principio que tu enamorada se limpia los dientes todas las mañanas, que usa desodorante, los matrimonios durarían más, ¿no? Ese amor idealizado es un virus destructor para el hombre y para la mujer.
“Lloramos para que alguien nos consuele”. ¿De qué consuela la literatura?
Inquieta por un lado, al tiempo que te consuela de la profundidad y riqueza del ser humano, que te la descubre un escritor, no un señor normal de la calle, es el escritor el que penetra en lo más hondo de lo que somos como seres humanos, esto es lo que he aprendido, que la lectura es la plenitud, una buena lectura, esto queda clarito.
¿Mejor leer cualquier cosa a no leer?
Te pondré un ejemplo. Mi hijo, el más joven, no leía nunca, algo que me preocupaba, y de pronto comenzó a leer un libro y se lo bebió, ‘Harry Potter’. Cuando lo terminó, no siguió leyendo nada. Sí, es mejor leer cualquier cosa, aunque sea mala, a no leer. La palabra siempre es la palabra, siempre hay un misterio en la palabra, incluso en las novelas o los discursos más vulgares, siempre hay un eco, toda palabra tiene un eco. Es frecuente que las lecturas ligeras lleven a otras lecturas. Es lo que suele pasar, de pequeños leemos tonterías y, poco a poco, vamos yendo más lejos.
Cuarenta años viviendo fuera del país de origen, ¿de qué modo moldea la personalidad?
Muchísimo, ten en cuenta que tienes que usar otra lengua como si fuera la tuya, hacerte a otras costumbres, te modifica totalmente, y más cuarenta años, que son toda una vida. He vivido no sólo en Inglaterra, también en Irlanda, en Méjico, país al que voy todos los años porque me ha dejado un impacto profundo… No creo en el turismo, no creo que quince días de crucero no nos enseñen nada, pero vivir en un sitio distinto del nuestro está muy bien, nos enseña que hay gente que piensa de una forma distinta a la tuya, con otras costumbres, que lo que tú consideras un vicio para ellos es una virtud y al revés.
"Esta sociedad me preocupa, la falta de educación, de cultura de la gente, de cultura ciudadana, no sólo de libros, me sorprende mucho ese tópico de que somos un país alegre, ya me dirás tú, con la cantidad de gente sin trabajo y con pensiones de porquería, qué alegría tenemos, ¿no?"
La situación política de España, ¿es materia literaria para un esperpento?
Este es un momento malo para la humanidad, y en España es especialmente malo porque se están repitiendo los vicios de nuestra historia, no los hemos corregido nunca; esta sociedad me preocupa, la falta de educación, de cultura de la gente, de cultura ciudadana, no sólo de libros, me sorprende mucho ese tópico de que somos un país alegre, ya me dirás tú, con la cantidad de gente sin trabajo y con pensiones de porquería, qué alegría tenemos, ¿no? Es un país con muchos deméritos, la virtud es que es un país bonito, con buen clima, pero todo lo bueno que tiene estaba ya aquí antes de nosotros.
¿Le irrita comprobar las listas de los libros más vendidos?
Hay muchas que están manipuladas, y luego no indican nada, por lo general sólo el mal gusto de la gente, la falta de educación de lectura. Los grandes libros, por lo general, están fuera de esas listas.
Compártame algunos de sus imprescindibles…
Ahora estoy en la etapa de releer, como puedes imaginar. Te daré tres títulos: ‘Pedro Páramo’, de Rulfo, ‘El Quijote’, de Cervantes, y ‘Ulises’, de Joyce. Pero también te diré que la chanson francesa, el rock’ roll, Cohen o Conte me han influido tanto como la literatura.